Gente que come buen queso: en casa de Marcella Echavarría
Marcella Echavarría (Colombia, 1972) acaba de cumplir cincuenta años. Durante su vida ha llamado hogar a Colombia, México, Estados Unidos y ahora, a España. La suya es una de esas presencias transversales: puedes oír hablar de Marcella en conversaciones y entornos muy dispares, pues sus radios de acción son amplios y variados, aunque hay tres palabras que definen y comparten todos sus proyectos profesionales: textil, patrimonio y artesanía. Desde poner en marcha proyectos junto a Donna Karan (DKNY) en 2005, hasta fundar junto a su amiga Kavita Parmar una plataforma global llamada Xtant (definida por algunos asistentes como ‘’una mezcla entre Burning man, un TED talk y una feria de pueblo’’) que reúne anualmente a artesanos de todo el mundo en Mallorca con el objetivo de preservar el textil patrimonial, los caminos recorridos por esta colombiana, licenciada en Brown en Historia y Literatura, resultan a cada cual más interesante. Y de fondo, un hilo conductor que, de manera semejante a cómo lo hacen los elementos dispersos por su casa, dirige una misión: hablar de lujo desde el valor de lo hecho a mano.
Llegamos a su casa a eso de las 12, perfecta hora para unirnos al segundo café de la mañana, que Marcella prepara con mimo en su cafetera de émbolo. Su refugio es un encantador último piso en la sinuosa calle La Verónica de Madrid, en el barrio de Las Letras; y al llegar, la sensación es parecida (tal y como yo me imagino que esto sería) a la de entrar en un nido, donde cada rama está colocada milimétricamente para ajustarse a las necesidades de su pequeño pero exigente morador. No hay un elemento fuera de lugar: todo tiene un orden casi melódico y hay una armonía subyacente que recorre toda la casa, desde la cocina hasta el pequeño escritorio desde el que Marcella trabaja en su habitación, colocado frente a la ventana. Suena de fondo ‘’Cuando estoy contigo’’, de Celia Cruz: la voz de la habanera baña cada rincón de la casa, que es amplia, luminosa y con pocas divisiones. Al hilo musical se suman otros acordes, esta vez olfativos: huele a especias en la cocina, y es que Marcella ha dejado listo el menú que hoy compartirá con dos amigas: pescado con patatas peruanas y un arroz al curry.
De Madrid adora el silencio, la luz, el agua, y El Retiro en invierno. Cuando llegó a la capital, y de la misma forma que hiciera anteriormente con las otras ciudades en las que vivió, encontró en la cerámica su punto de ancla: a través del modelaje del barro entiende mejor la cultura del lugar en el que está. ‘’Aquí he conocido a ceramistas maravillosos, como Encarna Soler o Fernando Alcalde’’. Hablamos de sus sobrinos mexicanos, Emilio y Joaquin Echavarria, que son, junto a su madre, los amores de su vida. De su pasión por la cocina y por los jardines, de su gato Noir, de la importancia de desacelerar los ritmos en los que nos movemos todos últimamente.
Si tiene que definirse a sí misma, Marcella utiliza una palabra de su Colombia natal: ‘’Soy cositera, me encantan las cosas’’. Cositera define a aquellas personas que disfrutan rodeándose de objetos que crean valor a su alrededor, construyendo la identidad de uno. ‘’Todo son cosas, en realidad. El queso son cosas también’’. Estoy de acuerdo.
Marcella Echavarría (Colombia, 1972) acaba de cumplir cincuenta años. Durante su vida ha llamado hogar a Colombia, México, Estados Unidos y ahora, a España. La suya es una de esas presencias transversales: puedes oír hablar de Marcella en conversaciones y entornos muy dispares, pues sus radios de acción son amplios y variados, aunque hay tres palabras que definen y comparten todos sus proyectos profesionales: textil, patrimonio y artesanía. Desde poner en marcha proyectos junto a Donna Karan (DKNY) en 2005, hasta fundar junto a su amiga Kavita Parmar una plataforma global llamada Xtant (definida por algunos asistentes como ‘’una mezcla entre Burning man, un TED talk y una feria de pueblo’’) que reúne anualmente a artesanos de todo el mundo en Mallorca con el objetivo de preservar el textil patrimonial, los caminos recorridos por esta colombiana, licenciada en Brown en Historia y Literatura, resultan a cada cual más interesante. Y de fondo, un hilo conductor que, de manera semejante a cómo lo hacen los elementos dispersos por su casa, dirige una misión: hablar de lujo desde el valor de lo hecho a mano.
Llegamos a su casa a eso de las 12, perfecta hora para unirnos al segundo café de la mañana, que Marcella prepara con mimo en su cafetera de émbolo. Su refugio es un encantador último piso en la sinuosa calle La Verónica de Madrid, en el barrio de Las Letras; y al llegar, la sensación es parecida (tal y como yo me imagino que esto sería) a la de entrar en un nido, donde cada rama está colocada milimétricamente para ajustarse a las necesidades de su pequeño pero exigente morador. No hay un elemento fuera de lugar: todo tiene un orden casi melódico y hay una armonía subyacente que recorre toda la casa, desde la cocina hasta el pequeño escritorio desde el que Marcella trabaja en su habitación, colocado frente a la ventana. Suena de fondo ‘’Cuando estoy contigo’’, de Celia Cruz: la voz de la habanera baña cada rincón de la casa, que es amplia, luminosa y con pocas divisiones. Al hilo musical se suman otros acordes, esta vez olfativos: huele a especias en la cocina, y es que Marcella ha dejado listo el menú que hoy compartirá con dos amigas: pescado con patatas peruanas y un arroz al curry.
De Madrid adora el silencio, la luz, el agua, y El Retiro en invierno. Cuando llegó a la capital, y de la misma forma que hiciera anteriormente con las otras ciudades en las que vivió, encontró en la cerámica su punto de ancla: a través del modelaje del barro entiende mejor la cultura del lugar en el que está. ‘’Aquí he conocido a ceramistas maravillosos, como Encarna Soler o Fernando Alcalde’’. Hablamos de sus sobrinos mexicanos, Emilio y Joaquin Echavarria, que son, junto a su madre, los amores de su vida. De su pasión por la cocina y por los jardines, de su gato Noir, de la importancia de desacelerar los ritmos en los que nos movemos todos últimamente.
Si tiene que definirse a sí misma, Marcella utiliza una palabra de su Colombia natal: ‘’Soy cositera, me encantan las cosas’’. Cositera define a aquellas personas que disfrutan rodeándose de objetos que crean valor a su alrededor, construyendo la identidad de uno. ‘’Todo son cosas, en realidad. El queso son cosas también’’. Estoy de acuerdo.
Al café de émbolo le acompañan hoy algunos de nuestros quesos (los favoritos de Marcella) y otros ingredientes afines que nos sirven de acompañamiento, como la mermelada de naranja amarga sevillana, producida por una amiga suya (riquísima, por cierto). Al respecto de los quesos favoritos de Marcella, se trata de referencias contundentes y únicas, singulares como ella. Uno es Gamoneu del Puerto, un queso con una vinculación especial a la tierra, pues es afinado en cuevas subterráneas en Picos de Europa. Marcella tiene, además, una vinculación especial con la tierra: su proyecto textil Noir se centra precisamente en rescatar la antigua técnica del “mud silk”, una forma de trabajar la seda que se origina en China (siglo V) y que consiste en tratar la misma con tierra del delta del río Pearl y un extracto de ñame (tubérculo), que permite crear bellísimas pátinas de color sobre la misma. Las prendas fabricadas bajo esta técnica sólo se producen de mayo a octubre, por las propiedades que el barro tiene en esos meses.
Para Marcella, la seda de barro es lo más parecido a vestir la tierra, y creo que de ahí viene también su afinidad hacia quesos como Gamoneu, que son concebidos en cuevas subterráneas, y cuyos sabores están definidos por los sabores propios de la tierra en la que se afinan. Curiosamente, lo mismo pasa con Matalobos, otro de los quesos favoritos de Marcella, y que también es un queso ‘’que mira a la tierra’’, afinado también bajo tierra, esta vez en Ardón, un pueblo de León. Es curioso sentir cómo las preferencias gustativas de cada uno de nosotros parecen sincronizarse de manera orgánica con nuestros intereses en otros campos.
Acerca de su momento ideal de consumo, Marcella dice: ‘’Para mí un plan de viernes es sentarme en mi diván, preparar unos quesos, una copa de vino, y disfrutar de ello tranquilamente con música de fondo. ¡Ah! Siempre corto el queso con la cubertería de plata de mi abuela. La llevo allá donde voy, es mi ajuar. Eso, y mis cerámicas. Esta soy yo.’’
Gracias por tu tiempo, cositera.
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Al café de émbolo le acompañan hoy algunos de nuestros quesos (los favoritos de Marcella) y otros ingredientes afines que nos sirven de acompañamiento, como la mermelada de naranja amarga sevillana, producida por una amiga suya (riquísima, por cierto). Al respecto de los quesos favoritos de Marcella, se trata de referencias contundentes y únicas, singulares como ella. Uno es Gamoneu del Puerto, un queso con una vinculación especial a la tierra, pues es afinado en cuevas subterráneas en Picos de Europa. Marcella tiene, además, una vinculación especial con la tierra: su proyecto textil Noir se centra precisamente en rescatar la antigua técnica del “mud silk”, una forma de trabajar la seda que se origina en China (siglo V) y que consiste en tratar la misma con tierra del delta del río Pearl y un extracto de ñame (tubérculo), que permite crear bellísimas pátinas de color sobre la misma. Las prendas fabricadas bajo esta técnica sólo se producen de mayo a octubre, por las propiedades que el barro tiene en esos meses.
Para Marcella, la seda de barro es lo más parecido a vestir la tierra, y creo que de ahí viene también su afinidad hacia quesos como Gamoneu, que son concebidos en cuevas subterráneas, y cuyos sabores están definidos por los sabores propios de la tierra en la que se afinan. Curiosamente, lo mismo pasa con Matalobos, otro de los quesos favoritos de Marcella, y que también es un queso ‘’que mira a la tierra’’, afinado también bajo tierra, esta vez en Ardón, un pueblo de León. Es curioso sentir cómo las preferencias gustativas de cada uno de nosotros parecen sincronizarse de manera orgánica con nuestros intereses en otros campos.
Acerca de su momento ideal de consumo, Marcella dice: ‘’Para mí un plan de viernes es sentarme en mi diván, preparar unos quesos, una copa de vino, y disfrutar de ello tranquilamente con música de fondo. ¡Ah! Siempre corto el queso con la cubertería de plata de mi abuela. La llevo allá donde voy, es mi ajuar. Eso, y mis cerámicas. Esta soy yo.’’
Gracias por tu tiempo, cositera.
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