El queso, una moda global
Por Estefanía Asenjo, redactora jefa de Hola Living.
A todos nos encanta hablar de tendencias. Hasta tal punto, que hemos conseguido que sectores tradicionalmente ajenos a éstas, como el gastronómico, se hayan ido uniendo al juego en los últimos años. Y lo han hecho con muchas ganas pero también con la lección bien aprendida: mientras en la moda no dejan de devaluarse debido a su incompatibilidad general con el consumo responsable, en su nuevo territorio se han cuidado mucho de que esto suceda. En la gastronomía, especialmente. De este modo, tras brevísimas incursiones de conceptos ‘rápidos’-como el cruffin- o versiones low cost de recetas lejanas -léase tartares, ramen….-, solo los productos de calidad, con plena trazabilidad desde su origen y una producción ética sobreviven. Hoy, lo cool es saber de orígenes y técnicas de producción de aquello que comemos. También de sus efectos en nuestro organismo, muy vinculados a lo anterior. Y por ello ya no nos vale cualquier carne, tomate o queso de lineal. Especialmente este último; ya no.
Montaje con mantequilla realizado por Laila Gohar
YO NO SOY UN QUESO CUALQUIERA
Es uno de los productos que más se han visto beneficiados por todo este boom. Se podría decir, incluso, que es en sí una tendencia… Pero no podemos, ni debemos, generalizar. A partir de la industrialización, a principios del s.XX, se había tendido a una progresiva estandarización e hiperpasteurización de los lácteos, para asegurar su seguridad, perdiendo en muchas ocasiones matices y peculiaridades. Desde hace algunos años, sin embargo, la situación comenzó a cambiar y dentro de esa macrotendencia a nivel global de vuelta a lo tradicional, artesano, local y particular, empezaron a surgir otras, como la de los quesos de autor.
En España, por ejemplo, surgieron entonces un sinfín de pequeños productores, muchos de ellos procedentes de otros ámbitos profesionales y tras haber viajado por todo el mundo aprehendiendo técnicas y sabores. Apostaron, asimismo, por la recuperación de zonas rurales y también por sus costumbres y técnicas más tradicionales, sin dejar por ello de innovar o de romper con lo establecido de una forma u otra. Aparecieron quesos como el de Santo André (Lugo), que a pesar de no contar con apenas maduración, obtuvo importantes galardones; el de Mare Nostrum (Sevilla) lavado con manzanillas… O todas las cortezas enmohecidas, poco extendidas en España hasta la fecha, que han ido surgiendo en los últimos años.
LA GLOBALIDAD ERA ESTO
Por otro lado, llama la atención la clara descentralización en el mundo del queso a la que estamos asistiendo. Hasta hace apenas 10 años, solo Francia era un país valorado internacionalmente como productor de quesos. De hecho, más de 400 de las aproximadamente 2.000 tipologías de quesos reconocidas son francesas. Pero hoy el mundo ha cambiado y se encuentran propuestas interesantes en un sinfín de países. Entre ellos, España, donde la cultura del (nuevo) queso ha calado hondo y no solo han surgido un montón de quesos de calidad, sino que también ha logrado posicionar sus elaboraciones más tradicionales, como el manchego, que hoy se sirve en la ceremonia de los Oscar. Pero no somos el único país que se ha apuntado a la tendencia, ni desde luego el que más sorprende por falta de tradición. Portugal, por ejemplo, es uno de esos que últimamente suena con fuerza en los corrillos gourmet cuando se habla de quesos. También Grecia, Holanda… y quizá lo más inesperado: ¡Estados Unidos! A pesar de haberse centrado históricamente en quesos comerciales de fundir, el país acaba de recibir el galardón más prestigioso del sector -el World Champion Cheese- por un queso azul elaborado en Oregon, el Rogue River Blue. Las sorpresas, seguramente, no hayan hecho nada más que comenzar…
Casellula, en Manhattan